domingo, 16 de octubre de 2011

La Frase del día....

Ojeando algunos apuntes encontré esta referencia del escritor Fiódor Dostoievski: “El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato que expensa a sus presos”.
Oviamente que estas "simples" palabras desatan una variedad de disconformidades y descontentos, pero antes enarbolarse en nombre de las buenas costumbres y tradiciones, sacando a relucir todas las teorías que versan sobre la psiquis del delincuente, las campañas por la baja de edad de imputabilidad, empecemos a tratar de entender que tantos "saios" no pueden estar equivocados..... Es decir, por qué empecinarnos en no reconocer que somos nosotros mismos - la sociedad - los que debemos involucrarnos seriamente y exigir a nuestros legisladores ya todos aquellos que tienen algún grado de portagonismo en la actividad política de nuestro país, que agoten esfuerzos, voluntades y todo lo que sea necesario para CAMBIAR las cosas que tienen que cambiar en materia de seguridad pública y social, así como en lo jurídico-legal. Tenemos el deber de EXIGIR tanto como de CRITICAR, porque algunos elementos ya los tenemos como para PEDIR que se cumplan los planes de acción, tanto para ofrecer seguridad, como para mejorar el sistema penitenciario y judicial.
En otras palabras, todos decimos que "no damos más", que "hasta cuándo?", que "cuánto se gasta en tener los delincuentes presos", que "está mejor para ser chorro que ciudadano decente, porque en la cárcel tienen todo gratis".....pero, claramente hablan desde el desconocimiento de lo que es convivir en este "contexto crítico" (utilizando un término muy en boga en el sector docente).
Cómo pretender rehabilitar socialmente a alguien - independientemente de la causa de encarcelamiento -, si los depositamos en lugares cuyas características edilicias y funcionales no ofrecen otra cosa que no sea la profesionalización del delito o aumentar el resentimiento social que seguramente tiene.
Es más, figúrese - usted lector - que una persona que usted sabe que estuvo presa y necesita de su ayuda (ya sea trabajo, o cualquier cosa en la usted le pueda ser útil), golpea a su puerta - metafóricamente hablando -, se la habriría?...emplearía a un ex recluso?...Bueno.... le cuento, la mayoría tiuende a decir que depende del por qué haya estado preso. Y....puede ser una alternativa.... Pero la cuestión en sí, es reconocer somos un poco hipócritas. No obstante, tampoco hay que sentirse "tan mal" ni "tan malo", porque en definitiva de eso se trata el ser humano, de sentir, de involucrarse con sentimientos encontrados, de admitir, de cuestionarnos y resolver....Al fin y al cabo, más vale empezar por algo - al menos intentar ponernos en esa situación -. que "NO HACER NADA".
En otro ámbito, tampoco debemos olvidar que hoy por hoy, las circunstancias se nos presentan de tal manera que "cualquiera" de nosotros puede ir preso....o no?...Hoy en día los prisioneros no son los de antes - como reza algún verso tanguero hablando de otras yerbas -; se va a la cárcel por un accidente de tránsito de repente.
¿Cómo privar de la libertad para enseñar a vivir en ella? ¿Cómo se puede aprender a vivir en libertad donde no hay libertad? Al fin y al cabo, educar para la libertad en situación de no-libertad no sólo es difícil, sino que bien constituye una utopía irrealizable (Extracto adaptado de: SOUZA QUEIROZ, Paulo de, Funções do Direito Penal. Legitimação versus Deslegitimação do Sistema Penal, Editorial Del Rey, Belo Horizonte, 2001, p. 63).
El jurista Teodolindo Castiglione, al hacer una síntesis tan precisa de los desvalores de la cárcel dijo: “Imaginad una grande prisión, en que jóvenes y viejos vivan en promiscuidad: criminales primarios y reincidentes; trabajadores honestos segregados de la convivencia social en virtud de la irreflexión o debilidad de un momento, y vagabundos estériles curtidos en la senda del crimen: hombres que miden la extensión de su desgracia al lado de otros, de una inconsciencia pasmosa; individuos sensibles que mataron, en una pasajera explosión emocional, seres que amaban, y que se consumían castigados por el remordimiento, y oran en las ocasiones de recogimiento espiritual, o intentan suicidarse en momentos de angustia, conviviendo con facinerosos execrables, quienes fueron a dormir tranquilos luego de haber matado a sus víctimas; personas fácilmente sugestionables que, en vez de una educación apropiada que les podría otorgar beneficios, reciben el influjo pernicioso de delincuentes decididos a prolongar su conducta nociva: asesinos, ladrones, estafadores, falsarios, incendiarios, violadores, criminales de todos los tipos, vencidos por la prepotencia del impulso sexual, entregados a la perpetración de actos envilecedores, o subyugados por el asalto feroz de los más fuertes y atrevidos; todos viviendo en el mismo ambiente, en la misma estufa, en la que el microbio del mal se desarrolla, se multiplica y se rebaja... Una casa así no puede ser la escuela que educa, la pedagogía que enmienda, el establecimiento que rehabilita, la institución que redime, socorre o purifica las conciencias descarriadas. En ese vivero de gérmenes malignos, ningún enfermo se cura o ve atenuada su dolencia. En ese retiro, el alma no se reanima, el hombre no se rehace...” (Extraído de: CASTIGLIONE, Teodolindo, Estabelecimentos Penais Abertos e Outros Trabalhos, Editorial Saraiva, São Paulo, 1959, p.12-13).
Entonces, si por algún momento nos visualizamos en el lugar de esas personas privadas de libertad...¿cómo nos gustaría que nos trataran? ¿Realmente estaríamos conformes con la sociedad si nos discrimina una vez fuera de la cárcel? ¿Alguien podría juzgarnos o criticarnos si nos volvemos resentidos por las condiciones de reclusión que nos ofrecieron, aún teniendo en cuenta el sostén familiar que hayamos tenido?
Entonces sí...... las cárceles son un claro reflejo de la sociedad que las contiene.....


martes, 28 de junio de 2011

Sospechan que narcos alentaron paro Penal de Libertad. Traficantes se oponen a reubicaciones; guardias exigen menor horario


Jerarcas del Ministerio del Interior sospechan que narcos presos en el Penal de Libertad instigaron el paro de 21 guardias efectuado el sábado 25. Los traficantes se oponen a las reubicaciones internas en el penal, señalaron fuentes policiales.
En este momento se vive un clima de tensión en la única cárcel de máxima seguridad del Uruguay por hechos sucedidos a ambos lados de las rejas: narcos preocupados por cambios que determinarán un recorte de su poder o seguridad, y guardias molestos por cargas horarias de hasta 18 horas por día, dijeron las fuentes.
Explicaron que los traficantes tienen dos objetivos: parar los cambios y erosionar la gestión de las autoridades del Instituto de Rehabilitación.
Por su parte, el comisionado parlamentario Álvaro Garcé dijo a El País que, tras el cierre de los módulos conocidos como "las Latas", en el Penal de Libertad "se vive una etapa de relocalización e interacción de la población reclusa".
A juicio del ombudsman carcelario, los principales problemas de ese establecimiento maragato son la convivencia violenta entre presos, el elevado consumo de drogas y la omisión de asistencia médica a reclusos que derivó en alguna denuncia penal aún en trámite.
A esos hechos se suma la entrega, el sábado 18, de medio kilo de cianuro que generó reproches y enfrentamientos entre delincuentes "pesados" que rivalizan por el poder, y la presunta compra de tierras cerca del penal por parte de narcos, que fue alertada por el Ejército.
El comandante de la División N° 2 del Ejército, Wile Purtscher, dijo a El País que envió al Comando de esa fuerza un anteproyecto de ley habilitando a los soldados de guardia en el Penal de Libertad a responder ataques desde fuera del perímetro militar para repeler un posible intento de rescate de un jefe narco encarcelado en Libertad.

SANCIONES. En el correr de esta semana, autoridades del Instituto Nacional de Rehabilitación evaluarán si sancionarán a dos guardias de Libertad considerados líderes del paro efectuado en la mañana del sábado.

Los policías movilizados se negaron a entregar alimentos a los presos y habilitar el ingreso de la visita. "El sábado se les tomó acta a cuatro de los 21 guardias movilizados. A dos de ellos se les envió a la casa a que esperaran nuevas órdenes", dijo a El País el director del Área Metropolitana del Instituto de Rehabilitación, Eduardo Pereira Cuadra.

El paro de los guardias del Penal de Libertad comenzó a las ocho de la mañana del sábado 25. Los policías se negaron a brindar alimentos a los presos y permitir el ingreso de la visita que, en ese momento, esperaba afuera de la cárcel.

Los guardias reclamaban mejores condiciones laborales y mayor tiempo de descanso, ya que en varias oportunidades llegaron a hacer turnos de 18 horas diarias durante tres días consecutivos, dijo a El País el presidente del Sindicato Único de Policías (Supu), Luis Clavijo.

"Hay un abuso de los horarios por parte de la autoridad carcelaria", advirtió el gremialista policial.

Dos horas después del inicio del paro, Pereira Cuadra y otros jerarcas carcelarios concurrieron al Penal de Libertad a dialogar con policías movilizados.
Pereira Cuadra les explicó que se encontraban dentro de una institución vertical a cuyos integrantes les está vedado efectuar paralizaciones y les recordó que los martes y los jueves recibieron refuerzos de personal proveniente de Punta de Rieles, Comcar y La Tablada para disminuir la carga horaria.
Ahora los guardias de Libertad realizan un régimen de semana "cerrada" (en el establecimiento) por otro de semana "abierta" (en sus casas). Cuando se encuentran en el penal, deben hacer turnos de 12 horas.
El jerarca también les ofreció a los guardias cumplir horarios de ocho diarias y retirarse. "Pero eso no les sirve porque la mayoría vive en otros departamentos. Tienen que fijar un objetivo y transmitirlo a la dirección" del Instituto, dijo.
Pereira Cuadra pidió a los guardias que levantaran la medida y se creara un ámbito de diálogo entre ambas partes, porque la visita esperaba afuera del penal bajo "el rigor del clima". El paro fue levantado luego que Pereira Cuadra se comprometiera a instalar una planilla de entrada y salida para constatar las horas de trabajo de cada guardia del penal.

(extraído de Diario El País: Noticias Nacionales)
Opinión del administrador:
Esta es una realidad que los funcionarios penitenciarios no desconocemos. Las condiciones de alojamiento (para los presos) y las de trabajo (para los policías), son lisa y llanamente lamentables. Pero más lamentable aún es que cada vez que se quiere efectuar un reclamo, o un llamado de atención, o quizás proponer también necesidades de cambios a los jerarcas, no siempre se encuentra oportunidad y voluntad. Algunas veces incluso se le da a entender al guardia de cárcel, que por ser policía debe de acatar las órdenes sin cuestionarse siquiera si es tratado dignamente, y de ahí que "el superior" impregne en sí el concepto de que el subalterno tiene gran parte de culpa, "porque se le soluciona una cosa y pide otra", porque se le mejoran algunas condiciones de trabajo pero nunca está conforme"....

En la cárcel somos todos presos....los que están privados de su libertad, para que dentro de estos recintos puedan reflexionar acerca del delito cometido y por el cual están en deuda con la sociedad, esperándose que bajo esas paredes y con esas condiciones, recapaciten, se arrepientan y se rehabiliten por lo que han hecho....y los que estamos a su cuidado, velando por que cumplan con esa medida conservando sus derechos inalienables, salvo el de la libre circulación...Todo esto teniendo en cuenta la nueva visión que se supone debemos tener los funcionarios penitenciarios; pero aún hay muchos, y no precisamente se encuentran trabajando en campo (como decimos los que hacemos investigación), sino que están detrás de los escritorios, elaborando estrategias y programas de acción, que aunque eso esté muy bien, no se pueden pensar si no se tiene una perspectiva desde lo operativo, es decir, cómo planificar planes de acción o de mejoras sino no se conoce la realidad de cerca?

Ojalá se puedan escuchar todas las voces....las del interior de las rejas y las de este lado, la de los trabajadores, que más que premiarnos por estar desempeñando una función denigrante para la mayoría de nuestros propios compañeros, parecería que nos castigan obligándonos a cumplirla sin derecho a preguntarnos si está bien, simplemente teniendo que aceptarlas.....

martes, 17 de mayo de 2011

"La Salud tras las Rejas..."

Las cárceles suelen ser verdaderos depósitos de enfermos abandonados, puesto que el estado de salud de la población encarcelada registra índices de prevalencia de enfermedades físicas y mentales infinitamente superiores a la media social, muchas veces invisibilizadas por la inexistencia de registros epidemiológicos en las cárceles.
Este es un extracto del Estudio llevado a cabo en la ex Cárcel Departamental de Salto (Uruguay), hoy denominada "Centro de Rehabilitación", por los Licenciados Ma. Catalina Samit y Roberto Azambuja,con la colaboración del Aux. de Enfermería Wilson Guerrero
La población penitenciaria salteña está compuesta principalmente por varones (148 al 30/06/2009, lo que significa el 96,7% de la población total), consumidores de sustancias psicoactivas, cuyos delitos en su mayoría son contra la persona (54,9%), con un incremento en los delitos de índole sexual (7,84%).
La mayoría de los recluidos son reincidentes en la comisión de delitos. Se les suma el alto porcentaje encontrado de solteros, así como muchos que tienen hijos a cargo, propios y no propios, que dependen económicamente de ellos.  

Resultados: El tamaño de la muestra fue de 86 internos consultantes, de los cuales el 95,35 % eran hombres y el 4,65 % mujeres; y 155 registros de consultas médicas realizadas en el Hospital Regional Salto, de las que se destacan como motivo de consulta el constatar lesiones en un 16,12% y el 20% que no registran los motivos. El 38,37% de los participantes declaran padecer enfermedades en tratamiento, principalmente las de índole psiquiátricas (18,60%); Gastritis (5,82%) y VIH (4,65%). 
La investigación se llevó a cabo durante el año 2009 en la Cárcel Departamental de Salto. La muestra se compone de 86 participantes, lo que conforma un 56,2% de la población penitenciaria de la cárcel en el momento del estudio (153 internos al 30/06/2009). Los participantes fueron en su mayoría hombres (95,35%) con una edad media de 31,52 años.
Fueron seleccionados a partir de una base de datos de registro de todas las consultas médicas realizadas en el período comprendido entre Enero y Junio de 2009 (un total de 155 consultas). Las entrevistas se llevaron a cabo durante dos meses. Fueron realizadas en forma directa por el personal del Departamento de Enfermería de la Cárcel. La participación en el estudio era voluntaria y confidencial, no registrándose nombre u otro código que permitiese a posteriori identificar al entrevistado. Todos los entrevistados seleccionados accedieron a participar en el estudio.


 Discusión:

En la Cárcel Departamental, aún con el déficit de recursos existentes, pero con el apoyo mancomunado, tanto de instituciones y grupos de trabajo de la comunidad, se han logrado trazar líneas de estrategias, con claros planes de acción que apuntan al desarrollo social y personal del recluso, que sean capaces de prepararlo medianamente para su vida post carcelaria.

Si bien la mayoría tiene pareja, lo que supone un gran soporte emocional para el afrontamiento eficaz de la situación, existe un sector de esta población que padece una de las consecuencias del encarcelamiento, que es la pérdida de la pareja luego y durante la estadía en prisión, lo cual favorece la segregación familiar.



Asimismo, esta situación podría acentuarse si se tiene en cuenta que entre quienes tienen hijos a cargo que dependen de ellos económicamente (el 36,04 %), y los que tienen menores a cargo que no son hijos propios, pero mantienen dependencia económica (18,60 %), suman un 54,64 % del total de la población muestra.

El 70,93 % de los internos se encontraban en situación de proceso. Es decir, transcurriendo la instancia procesal penal propiamente dicha, en espera de una condena definitiva al delito cometido.

No obstante, el 29,06 % se encontraba con condena dictada. 
En cuanto a los datos asociados con la situación de salud, el 77,90% consume dos comidas diarias únicamente, la cual se basa en su mayoría en alimentos o víveres (59,30%) que les proporciona su familia o su pareja (56,97%).
Aquellos que solamente se alimentan de la comida de la cárcel (13,95%), un 34,28% refiere que es “incomible”, contraponiéndose a un 31,42% que alega que es de aceptable sabor; pero la gran mayoría (94,28%) comparte la opinión de que el menú no varía, que es siempre lo mismo.
En tanto que para realizarse la higiene personal, el 59,30% de los reclusos manifestó que poseen todos los productos necesarios, siendo su familia y pareja (67,44%) sus mayores proveedores.

Como antecedentes patológicos familiares, la población muestra, se comporta casi de igual manera que los indicadores nacionales, en donde el porcentaje de adultos con presión arterial elevada o en tratamiento por HTA en nuestro país, es de 58,10%, y en nuestro estudio la mayor parte (23,25%) relata que al menos un familiar directo sufría de Hipertensión Arterial.



Por otro lado, el antecedente familiar de casos de autoeliminación no es un dato menor, si consideramos que una buena parte de los consultados confirmó haber intentado autoeliminarse también alguna vez, ya sea antes o después de la reclusión, y otra confesó haber tenido pensamientos suicidas, de los cuales, el 28,57% fueron después de estar recluido.
Entre los internos que declararon padecer algún tipo de enfermedad, el 38,37% se encuentra en tratamiento, siendo las alteraciones más frecuentes las de índole psiquiátrica, seguidas por la Gastritis y la infección con VIH positivo. 
El efecto psicológico está presente en todas los recintos de reclusión, que no siempre responde a patologías crónicas ni graves, sino que más bien se trata de conductas conflictivas tanto para consigo mismo, como para con los demás, que necesitan ser controladas de alguna manera. Por lo tanto el apoyo que les significa poder acceder libremente al consumo de psicofármacos parecería ser la mejor y más rápida solución momentánea. 
Tal vez una de las primeras demandas de los ingresos, es la solicitud de proporción de estos medicamentos o en su defecto, la consulta con el psiquiatra. 



Pudo verse que si bien casi todos (el 82,56%), declaró consumir alcohol o haberlo hecho antes, la mayor parte (71,83%) lo hacía sólo antes de ingresar a la cárcel.  
Está claro que la privación de la libertad, afecta el uso y/o abuso de ciertas sustancias en diferentes medidas. El hábito de fumar se exacerba en situación de ansiedad que provoca el encierro; pero el consumo de alcohol, disminuyó luego de la reclusión.
La explicación radica en gran parte a los controles implementados para evitar justamente ese uso y/o abuso de sustancias psicoactivas que puedan generan alteraciones del orden interno de la Cárcel.

Otros datos revelaron que más del tercio de los que se reconocieron consumidores de drogas ilegales, lo hacen desde antes de estar “preso”. Y que además, la cuarta parte de los consumidores confesos (total: 64), lo hace a partir de que ingresaron a la penitenciaría.

La sustancia “preferida” resultó ser la marihuana (7,80%), seguida de “pasta base” (3,12%) y cocaína (1,56%). 
Esta realidad se debe al bajo costo de la marihuana, comparada con el resto; y en el pensamiento generalizado de los internos, “es la que menos daño hace”, actuando como un mecanismo de defensa también, ya que les permite “evadir” y “olvidar” su situación actual. No obstante, la pasta base ha ido ganando terreno en el mercado narco, tal vez porque el estado que produce es más contundente, haciendo que el recluso la prefiera aún a sabiendas de que la duración es menor y que los efectos en la salud son más nocivos, quizás porque como suelen decir, “pega más”, reproduciendo así el círculo vicioso de mayor adicción.

Si bien, muchos no quisieron contestar respecto a cómo accede a las drogas ilegales y al alcohol, al agrupar a los que consumen drogas y alcohol desde antes de la reclusión, se encontró que un gran porcentaje (34,48%) refirió que la obtenía del exterior de la cárcel, no pudiéndose discriminar si se trataba de allegados que ingresaban estas sustancias al recinto carcelario, o si se la proporcionaban en alguna salida que tuviera el interno.

En cuanto al Relacionamiento dentro del Medio Penitenciario, entre pares es de Muy Bueno a Bueno en su mayoría (75,57%), al igual que con la Guardia Policial  (77,90%). Esto denota, que los conflictos se suscitan sobre hechos puntuales, y que muy poco tiene que ver directamente con la propia convivencia penitenciaria. Pero cuando han surgido hechos violentos dentro del establecimiento, la mayoría ha participado en más de una oportunidad, casi siempre como espectador. De estos, gran parte desconoce si los implicados se encontraban bajo los efectos de alcohol o drogas ilegales, pero en más de una ocasión hubo algún herido. Esto demuestra la importancia que tiene mantener el control sobre todos aquellos factores que puedan ser disparadores de conductas agresivas dentro del establecimiento.
Así también, el gran valor que se le debe dar a lo que se conoce como mediación penitenciaría, es decir, a todo lo que apunta a la pacificación dentro de un medio que tiene características muy diferentes a lo tradicional, incluyendo las capacidades personales.

Para los datos que comprenden a la atención sanitaria intracarcelaria, se destaca en primera instancia, que la misma está a cargo exclusivamente del Departamento de Enfermería, debido a que la Cárcel Departamental no cuenta con personal médico
Esta atención, aparentemente, no generaría mayor disconformidad en los reclusos, ya que en su mayoría (el 38,37%), adujeron que ante la demanda, enfermería acudió casi en forma inmediata, considerando además que la calidad de prestación es de Muy Buena a Buena, en el 70,93% de los casos.

Esto puede interpretarse de dos maneras: en primer lugar los enfermeros constituyen el primer contacto con un servicio de salud, que aunque pueda presentar carencias en algunos aspectos, es el elemento más apropiado para brindarles la solución a cualquier necesidad física, psíquica o emocional que puedan tener los reclusos. En segundo lugar, porque enfermería es casi la única parte del personal que puede ofrecerles el espacio de contención que buscan; es decir, en el mero hecho de la valoración el interno puede sentir que alguien lo escucha y lo trata como una “persona” en su más amplia concepción, y no como un objeto de exclusión social.

En cambio, a la hora de catalogar la calidad de atención médica que han recibido los internos de la Cárcel Departamental, su propia percepción es de que esta ha sido Buena y Correcta en la mayoría de los casos.
Pero, otros, han expresado que sufrieron maltrato, en el sentido de suponerse discriminados por el hecho de ser “presos”, y en lo concerniente al desinterés demostrado al momento de la consulta.

¿Cuál es la explicación posible?
El hecho de no contar con un médico que preste asistencia en la propia Cárcel, obliga al traslado al Centro de Salud de referencia, en este caso el servicio de emergencia del Hospital Regional Salto, casi siempre fuera del horario de funcionamiento de las policlínicas. Esto implica, el malestar que le puede generar a los profesionales, al sobrecongestionar dicho servicio “llevándoles casos que no ameritan una atención inmediata”, desde el punto de vista médico. Tampoco hay que desconocer que este tipo de usuario usualmente genera rechazo, no sólo porque siempre está asociado a “algo malo que hizo”, sino por todo lo que lo rodea, curiosidad, intriga por los medios de seguridad que se emplean con él (custodia policial, esposas, grilletes), tatuajes visibles, cicatrices de “cortes”, etc; o sea, todo lo que constituye la figura del “preso”, que hace aflorar las emociones y temores individuales. Esta sumatoria de características y percepciones, bien puede influir sobre la forma en que se lo atiende.